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3.3.- ROMANIZACIÓN (III): Fases de la romanización.



El avance romano por la Penínsulla Ibérica fue rápido y duró hasta inicios del siglo V d.C. Es evidente el proceso de transformación que Roma opera sobre las bases indígenas. Con la romanización se inicia una época de gran desarrollo económico realizándose una profunda transformación de la zona donde se crearon vías de comunicación, se implantó el cereal como principal actividad económica, se realizaron importantes obras hidráulicas y se organizaron latifundios con amplias explotaciones agropecuarias.

Este proceso se realizó en varias fases:



3.3.1.- Periodo de organización en la etapa Augustea (27 a.C al 14 d.C).

En este periodo Roma aplica su concepción de estado. El balance de la etapa augustea resulta sumamente positivo. De un lado se ha potenciado extraordinariamente la red urbana a base de un entramado ciertamente significativo en la porción media del valle del Ebro, servido todo ello por una magnífica red viaria, en cuya construcción inicial intervinieron de forma decisiva las legiones romanas fundadoras de Caesaraugusta. 

La riqueza generada en nuestro territorio está patente en la amplitud de las relaciones comerciales que evidencian los principales núcleos urbanos e instalaciones de villae - se pusieron en explotación amplios recursos agrícolas -, juntamente con fenómeno emisor de moneda que tiene su máxima expresión y concentración en el valle del Ebro. Es una etapa de gran prosperidad.

 
3.3.2.- Periodo de estabilización durante la dinastía Julio-Claudia. (14 - 68 d.C.).

Cabe decir que con Augusto se funda esta dinastía y continua con los emperadores Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Pero hemos preferido hacer previamente un capítulo especial de Augusto por su gran relevancia.

En este periodo siguen aumentando las explotaciones agrícolas, cultivándose intensivamente el cereal y se introducen la vid y el olivo. La prosperidad se irá acrecentando con el transcurso de los años. La presencia cada vez más firme de Roma en todos los ámbitos, acabará además con los sistemas residuales de vida indígena.

No hemos de perder de vista, sin embargo que la acción romanizadora se ejerció fundamentalmente en y a través de las ciudades mencionadas en mi anterior entrada, siendo superficial dicha influencia en las zonas alejadas de los núcleos urbanos o separadas del tejido de calzadas, que hacía las comunicaciones ciertamente difíciles fuera de dicha red. Los núcleos urbanos más importantes acuñaron moneda, emitiéndose en cinco centros (Caesaraugusta, Celsa, Bilbilis, Turiaso, Osca).


3.3.3.- Periodo de las dinastías Flavia, Antonina y Severa (69 - 235 d.C.).
 
En este periodo continua el desarrollo del mundo romano en todas las facetas. En líneas generales la economía fue próspera, sobre base agrícola fundamentalmente, con importantes relaciones comerciales tanto con otros territorios hispánicos, como con el sur de las Galias, el Norte de Africa, distintas areas territoriales de Italia e incluso mercados más alejados en el próximo oriente. La ciudad es el centro que hegemoniza el territorio y al tiempo se constituye como el mercado natural de todas las transaciones comerciales y afluencia de productos agrícolas y ganaderos. Las mismas ciudades sobresalieron como centros culturales de primer orden y como poseedoras de edificios propios del confort predominante en las ciudades romanas de Italia (gran número de termas, por ejemplo).
 
En la guerra civil del 68-69 d.C., momento conocido como la crisis julio-claudia, hay ciertas ciudades boyantes, que desaparecen definitivamente como los casos de Celsa, el Poyo del Cid, o sufren destrucciones parciales como el caso de Contrebia Belaisca (Botorrita) o decaen como Bursao (Borja). Fruto de ello se produce una evidente concentración urbana  denCaesaraugusta que crece.
 
El siglo II supone la culminación del ajuste de las ciudades, un periodo de mucha vitalidad según se comprueba en las numerosas obras públicas y en la creación o reorganización de importantes villae rústicas. 

El grado de romanización alcanzado en las dos primeras centurias se puede considerar sumamente avanzado, y prueba de ello son cada rasgo urbano de nuestras ciudades así como el conocimiento generalizado del latín - evidencia de que el sustrato indígena de la población ha asimilado los modos de Roma-.

La primera parte del siglo III lamentablemente constituye un oscuro periodo para el mundo aragonés en cuanto a evidencias escritas y arqueológicas. Respecto al mundo urbano podemos pensar que la gran mayoría de los centros asentados en esta centuria mantienen su prosperidad. En el campo, las ampliaciones de ciertas villas, como consecuencia de la potenciación de la residencia en dichos territorios, es un hecho.
 
Aquí podemos dar por concluido el periodo llamado del Alto Imperio Romano, que va desde los tiempos de Augusto (27 a.C.) hasta el final del reinado del emperador Alejandro Severo (235 d.C.).
 
 
3.3.4.- Bajo Imperio Romano (235 – 472 d.C.).
 
Tras las malas administraciones de la dinastía de los Severos comenzó un deterioro en las instituciones del Imperio, particularmente la del propio emperador, eI imperio cayó en un estado de ingobernabilidad y de verdadera crisis institucional, política y económica (Crisis o Anarquía del siglo III). Las fronteras con los pueblos bárbaros del norte también sufrieron esta crisis y ya no había recursos para defenderlas como antaño. Por ello empezaron a producirse incursiones germánicas creando una gran inseguridad en el mundo romano. Estas incursiones afectaron principalmente a las ciudades por el hecho de estar junto a las principales vías de comunicación. Un ejemplo del miedo a estas incursiones es la apresurada construcción de murallas en Caesaraugusta. 

Todo ello repercutió también en las tierras aragonesas en forma de declive de la agricultura, la industria, el comercio, las estructuras económicas en general y el sistema esclavista. Con todo ello los recursos en las ciudades pasaron a ser escasos y estas, junto a la inseguridad de las incursiones germánicas, fueron cada día menos atractivas para vivir propiciándose el éxodo al campo y la ruralización de la sociedad. En resumidas cuentas, que a finales del siglo III y ya durante el siglo IV, el Imperio se desangraba política, económica y militarmente. Roma al mismo tiempo se iba olvidando poco a poco de las provincias e incluso los gobernantes de estas dejan de pertenecer al ordo senatorial, pasando a ser regidas por simples correctores o funcionarios no senatoriales.

En Aragón, dada su gran extensión, todavía quedaban zonas sin asentamientos de población de ningún tipo. Aquí empiezan a surgir centenares de villas rústicas que heredan la población que antes en buena medida estaba en las ciudades. Esta migración al campo se vio incrementada por la falta de esclavos para trabajar la tierra. Al no haber guerras de conquista el sistema esclavista romano estaba en declive. Así surge con fuerza en este bajo imperio la figura del colonus, que era un hombre libre que arrendaba un fundo (finca de terreno agrario) para su cultivo por un tiempo predeterminado, como un siervo de la tierra (servus terrae). 
 
En el siglo V, se produjo la invasión de Hispania por suevos, vándalos y alanos en otoño del 409. Por razones complejas y en las que no voy a entrar, la provincia Tarraconense y el territorio aragonés se mantuvieron medio siglo más que el resto de Hispania fuera del ámbito de dominación bárbara. 
 
Invasiones germánicas en la península ibérica

Llegados al siglo V d.C., a partir del 441 d.C. el Valle medio del Ebro se convierte en área de predaciones bagáudicas. Hablamos de soldados desertores de las legiones o colonos evadidos de sus obligaciones fiscales, ciudadanos arruinados, esclavos huidos, forajidos o indigentes dedicados al pillaje y unidos por la rebeldía frente a un sistema político que les negaba en un caso la libertad y en otro les sometía a desmesuradas exigencias fiscales. Estas revueltas fueron sofocadas en el 454 por el visígodo Federico, hermano del rey Teodorico II. Esta fecha, 454, marca el inicio de la relación política y social entre los visigodos tolosanos de Aquitania y los habitantes de las tierras aragonesas. 

Dos años después, en 456, tuvo lugar la magna y decisiva expedición a Hispania del rey Teodorico II, con un objetivo preciso: terminar de manera definitiva con el creciente poder del reino suevo, para esas fechas hegemónico en la Península y amenazador para la Tarraconense. Las ambiciones expansionistas de Teodorico II en la Taraconense, última provincia hispana bajo control aún de la administración romana, concluyeron con su sucesor Eurico en el año 472 d.C. Eurico, de la mano del ejército comandado por su conde Gauterico, tomó este territorio con gran facilidad y sin resistencia ya que desde el 454 d.C. los habitantes de estas tierras vieron a los visígodos como la fuerza capaz de suplir la inoperancia del ejército y el estado romanos.
 
Por tanto podemos decir que en el 472 d.C. desaparece definitivamente la autoridad imperial de Aragón y la Tarraconense y comienzan su dependencia del reino de Tolosa. A partir de aquí ya comienzan los progresivos asentamientos de visigodos en el valle medio del Ebro.

Por otro lado, y a nivel global, la tradición occidental ha considerado que el Imperio romano de Occidente - recordemos que el imperio quedó dividido en Occidente y Oriente en el 395 d.C a la muerte del Teodosio - desapareció como entidad política el 4 de septiembre del año 476, cuando Rómulo Augusto, su último emperador, fue depuesto por el bárbaro Odoacro. Por ello tradicionalmente este año 476 se considera como el año de inicio de la Edad Media. La decadencia occidental, supuso la prosperidad oriental. Por ello muchos historiadores siguen haciendo notar que el Imperio romano de Oriente pervivió hasta la caída de Constantinopla el 29 de mayo de 1453, fecha que a su vez se usa como fin de la Edad Media e inicio del Renacimiento.



Bibliografía:

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